Muy breves palabras prologables a este libro de Víctor Polay Campos. Y tienen que ser breves porque tanto en el artículo del doctor Javier Valle-Riestra, uno de los más brillantes juristas contemporáneos, como en mis declaraciones formuladas como testigo en el proceso a Polay y al MRTA, está expresado todo lo que yo tendría que decir sobre esta causa que ya ha despertado interés de los tribunales, jueces, políticos y sociólogos del mundo.

Lo que quiero reiterar es mi pensamiento respecto a las imputaciones a Víctor Polay Campos de ser un terrorista. Polay fue un guerrillero, consecuencia de los momentos en que el Perú vivía un grave problema de confusión social -que todavía no ha desaparecido- derivado del proceso histórico latinoamericano y agudizado en regímenes anteriores al que se inauguró en 1985, problemas que determinaron movimientos sociopolíticos que anduvieron por caminos extraviados, incurriendo en acciones repudiables que nunca deben ser olvidadas, pero tampoco indebidamente interpretadas. Pero estas circunstancias no implican que todo el proceso en el que intervinieron miembros del MRTA, y por ende Polay, constituyera acciones terroristas. Tampoco debe confundirse al MRTA con el ‘polpoteano’ Sendero Luminoso. Podrá decirse que hay pruebas de crímenes. Es evidente. Sí, sí es evidente que los hubo, pero esto no puede significar que se acuse a todos los miembros de un movimiento guerrillero responsabilizándolo de acciones individuales o colectivas que merecieron y merecen justa sanción. Permítaseme repetirlo, justa sanción. En estos casos, la responsabilidad es personal tanto en una acción individual como en una acción de grupo y no se puede confundir las cosas. Que en el ejército norteamericano que injustamente ocupa Irak se haya encontrado violadores no condena a todos los soldados del Tío Sam: es, pues, menester distinguir. Y como producto de todo lo que yo he analizado y consultado, el caso Polay no implica responsabilidad criminal.

Por otra parte, no hay que olvidar que nuestro país ha sido pródigo en llamar terroristas a muchos de los que lucharon por la libertad y la justicia, teniendo algunas veces que responder con la violencia de los libertadores a la violencia de los tiranos. Lo digo yo, que hace décadas fui protagonista de esa lucha por la libertad en la que la heroicidad de mujeres y hombres del Perú se puso de manifiesto en cruzadas por la justicia social, ¡y también fuimos llamados terroristas! Recuérdense las «leyes» que pusieron fuera de la ley al Partido Aprista Peruano y las calumnias lanzadas contra su propio jefe, acusado también de terrorista: acusación que llegó hasta el Tribunal de La Haya que, en célebre juicio histórico, rechazó las imputaciones y las calumnias lanzadas por una dictadura contra el líder continental.

Quiero expresar algo que se deriva de mi manera de pensar sobre este caso. Estoy de acuerdo con Javier Valle-Riestra en preferir la amnistía al paredón, paredón del que son gonfaloneros quienes jamás lucharon contra las dictaduras. No hay que olvidar tampoco a los caídos enfrentando la guerrilla. Fueron patriotas. Pero también pudieron cometer graves errores. No hay que olvidar, pero hay que saber perdonar.

Amnistía para todos los que combatieron con dignidad es lo que necesita el Perú.

Armando Villanueva del Campo

En: Polay Campos, Víctor. En el banquillo. ¿Terrorista o rebelde? Lima: Canta Editores, 2007

Sólo un breve comentario: para quitarle el adjetivo de terrorista a Polay y condecorarlo con el de guerrillero, Villanueva utiliza los mismos argumentos que las FF. AA. repiten sin cansancio en un intento por evadir su responsabilidad en las matanzas y desapariciones de ciudadanos peruanos ocurridas durante la guerra interna. Ahora resulta que los crímenes que cometió el MRTA sólo fueron “acciones individuales” en las que la organización terrorista  y Rolando, su máximo dirigente (al igual que las FF. AA.), no tienen ninguna responsabilidad; ésta recaería (otra vez, igual al caso de las FF. AA.) en los individuos que las cometieron y no en la dirigencia.